sábado, 8 de diciembre de 2012

¿Cómo se debe motivar hoy? ¿Qué debemos evitar?


"Un niño no aprende cuando es inteligente, sino que se hace inteligente al aprender"

 Estas son las palabras de Fernando Alberca (http://fernandoalberca.com) al preguntarle por la motivación en la educación de los niños de hoy en día. 

     Según este Profesor de Secundaria y de la Escuela Universitaria de Magisterio Sagrado Corazón de Córdoba, licenciado en Filosofía y Letras (que actualmente realiza además el Doctorado en Psicología y el Máster Oficial en Neuropsicología y Educación) y  autor de Todos los niños pueden ser Einsteindecir: "tú puedes, verás como lo consigues si te lo propones", solo logra aumentar la ansiedad, fundamentalmente en un niño, que teme un nuevo fracaso. "Esta vez lo conseguirás", es anunciarle una oportunidad más de quedar en evidencia. La motivación de verdad, clave de todo triunfo, no tiene que ver con el aliento, sino con saber que algo se logrará de veras, porque se ha experimentado antes otros logros tras poner el esfuerzo acertado. Es decir, porque se tiene el convencimiento de que se es capaz de elegir los pasos adecuados para conseguir algo y poner el esfuerzo que requiere.


    La pregunta es ¿Cómo se debe motivar hoy? ¿Qué debemos evitar? El autor experto en educación y motivación propone una serie de conductas que ayudaran a dar respuesta a estas preguntas.


Qué evitar:

  • Tú puedes.
  • Este es tu oportunidad. Ahora es el momento.
  • Eres capaz. Solo tienes que ponerte.
  • Si hicieras esto como haces aquello...
  • Todos pueden, tú no eres menos.
  • Ánimo, demuéstrales que no eres tonto o incapaz.
  • Si todos han podido, tú también podrás
  • A mí también me costaba y al final lo logré poniendo esfuerzo.

     Estas expresiones de aliento, que no de motivación, consiguen un efecto contrario en el niño,  que extiende el temor a fracasar de forma repetida. Son expresiones que tienen como principal protagonista las expectativas del adulto, no la capacidad real del hijo o alumno. Saber que los demás esperan un logro no le hace al niño capaz de lograrlo, si no sabe por qué, para qué y cómo afrontar el reto.


Qué hacer:

Indirectamente:
  •  Manifestarle nuestra satisfacción cada vez que haga algo bien. Sobre todo, si lo hizo voluntariamente. ¿Cómo?:
a) Con gestos de nuestra cara (una media sonrisa, una mirada de aprecio y  asentir con la cabeza, junto a un pensamiento de satisfacción por tener un hijo o alumno capaz de aquello, que se traslucirá sin duda).
b) Contar nuestra satisfacción a un tercero, con palabras dichas el niño lo oiga y parezca distraído de la conversación. Por ejemplo, dándoles nosotros la espalda al decirlo, como si no viéramos que está presente.
  • Pedirle a cualquier edad que haga cosas difíciles. Tareas que pueda hacer y que  otros a su misma edad no hacen aún. Por ejemplo, hacerse responsables de  algo, andar una larga distancia, quedarse solo ante el ordenador y emplearlo  adecuadamente, hacer la cama, poner y quitar la mesa, ceder en la comida lo mejor a su madre, fregar los platos  cuando  llega bien al fregadero  o recoger el  lavavajillas.
  • Decirle que confiamos en que actuará bien. Porque sabe cómo debe portarse y es bueno e inteligente. Que confiamos en que se portará como su conciencia le dicte, que  conseguirá ayudar y agradar a muchos, empezando por ellos mismos, nosotros y otros.
  • Aunque nos haya fallado a menudo, no transmitirle que creemos que puede fallarnos de nuevo. Y para eso, no pensarlo siquiera. Por tanto, pensar siempre que actuará bien esta vez por madurez, aunque en el pasado no lo hiciera: pensadlo primero y decirlo después de creerlo.
  • Preguntándoles a cualquier edad  –desde que hable- su opinión, aunque seamos luego nosotros los que decidamos en solitario.

Directamente:

  • Convencerle de la fórmula de Fernando Alberca: Esfuerzo + Necesidad = Capacidad. Que será capaz de lo que se proponga si encuentra la necesidad real de lograrlo y pone el esfuerzo que ese logro exige. Transmitirle que creemos que es capaz, si ve la necesidad que nosotros intuimos y pone el esfuerzo que aquello requiere.
  • Relacionar lo que le pedimos con algo que sea de su interés o gusto.
  • Presentándolo como algo difícil y valioso hasta provocar su curiosidad.
  • Plantearlo de forma que pueda provocar en él alguna pregunta sobre cómo, por qué o para qué hacer aquello.
  • Explicarle que lo que se le propone es asequible porque es un paso más de algo que ya hizo bien antes.
  • Que se lo proponemos –no pedimos- porque el concepto que tenemos de él, basado en la realidad más objetiva, nos anima a hacerlo. Pese a saber que lógicamente puede no lograrlo tras intentarlo. Lo que no cambiaría el concepto que tenemos sobre él. Un concepto que mejorará por el mero hecho de que lo intente.
  • En lo que se le propone, dejarle margen para elegir su propio modo de hacerlo.
  • Acostumbrarle a recibir consecuencias afectivas  satisfactorias,  más que materiales, cada vez que haga algo bien.
  • Recompensarle por sus éxitos y mostrar una reacción neutra ante sus fracasos.
  • Enseñarle a elegir, asumiendo al hacerlo las consecuencias de sus elecciones.
  • Asegurar, en lo que esté en nuestra mano, que carga con las consecuencias de sus acciones libres.
  • Animarle a que empiece lo que cree que será muy difícil. Porque el intento ya es valioso.
  • No pretender que haga lo que nosotros haríamos y mucho menos como lo haríamos nosotros.
  



¿Estás de acuerdo? ¿Te gustaría aportar alguna conducta que tú lleves a cabo?






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