miércoles, 12 de diciembre de 2012

La motivación de logro. ¿En qué consiste?


David McClelland (20 Mayo, 1917 – 27 Marzo, 1998) en 1961 estableció que la motivación de un individuo puede deberse a la búsqueda de satisfacción de tres necesidades dominantes: la necesidad de logro, de poder y de afiliación.
Para él, la necesidad de logro es el deseo de sobresalir, de triunfar o de alcanzar un nivel de excelencia.  Está relacionada con la persistencia, la cantidad y la calidad en solución de problemas.
Los sujetos con alta motivación de logro persisten más que los que tienen baja motivación, incluso cuando experimentan fracasos, que interpretan como debido a la falta de esfuerzo.
Está relacionada también con la tendencia a completar las tareas interrumpidas.
Algunos consejos para alcanzar la motivación de logro en niños son los siguientes:
En la primera infancia (hasta los 4 años), funcionarán cosas como:
- Premios e incentivos de tipo material, relacionados con la tarea requerida. (Éstos no deben exceder en demasía en valor ni en número de veces que se utilizan). Un niño que va bien en Educación Infantil no debe ser recompensado con una bicicleta. El premio es desproporcionado.
- Alabar con gestos y palabras las actitudes positivas que queremos conseguir.
- Las amenazas incumplidas perjudican más que otra cosa. Es preferible amenazar menos con castigos y cuando se haga cumplirlos a rajatabla.
- El castigo ha de ser proporcional, como regla general, a la falta cometida, y ha de hacerse lo suficientemente cercano en el tiempo para que el niño/a sea consciente.
En la segunda infancia (de 5 a 8 años), podremos motivar a los niños de la siguiente forma:
- Los premios de tipo material deben ser esporádicos e ir aumentando paulatinamente los alabos, muestras de alegría y demás actitudes que dejen ver al niño que la tarea en sí misma tiene finalidad. Aquí deja de tener sentido regalar una bicicleta a un alumno si aprueba 3º de Primaria, pues corremos el riesgo de que se valore el fin más que los medios, que este caso son lo importante.
- El niño/a tiene que ir aprendiendo que estudiar y hacerlo bien es bueno para sí.
- En estas edades se comienza a ver la diferencia entre alumnos/as que tienen una base adecuada para alcanzar una motivación de logro y los que no.

sábado, 8 de diciembre de 2012

¿Cómo se debe motivar hoy? ¿Qué debemos evitar?


"Un niño no aprende cuando es inteligente, sino que se hace inteligente al aprender"

 Estas son las palabras de Fernando Alberca (http://fernandoalberca.com) al preguntarle por la motivación en la educación de los niños de hoy en día. 

     Según este Profesor de Secundaria y de la Escuela Universitaria de Magisterio Sagrado Corazón de Córdoba, licenciado en Filosofía y Letras (que actualmente realiza además el Doctorado en Psicología y el Máster Oficial en Neuropsicología y Educación) y  autor de Todos los niños pueden ser Einsteindecir: "tú puedes, verás como lo consigues si te lo propones", solo logra aumentar la ansiedad, fundamentalmente en un niño, que teme un nuevo fracaso. "Esta vez lo conseguirás", es anunciarle una oportunidad más de quedar en evidencia. La motivación de verdad, clave de todo triunfo, no tiene que ver con el aliento, sino con saber que algo se logrará de veras, porque se ha experimentado antes otros logros tras poner el esfuerzo acertado. Es decir, porque se tiene el convencimiento de que se es capaz de elegir los pasos adecuados para conseguir algo y poner el esfuerzo que requiere.


    La pregunta es ¿Cómo se debe motivar hoy? ¿Qué debemos evitar? El autor experto en educación y motivación propone una serie de conductas que ayudaran a dar respuesta a estas preguntas.


Qué evitar:

  • Tú puedes.
  • Este es tu oportunidad. Ahora es el momento.
  • Eres capaz. Solo tienes que ponerte.
  • Si hicieras esto como haces aquello...
  • Todos pueden, tú no eres menos.
  • Ánimo, demuéstrales que no eres tonto o incapaz.
  • Si todos han podido, tú también podrás
  • A mí también me costaba y al final lo logré poniendo esfuerzo.

     Estas expresiones de aliento, que no de motivación, consiguen un efecto contrario en el niño,  que extiende el temor a fracasar de forma repetida. Son expresiones que tienen como principal protagonista las expectativas del adulto, no la capacidad real del hijo o alumno. Saber que los demás esperan un logro no le hace al niño capaz de lograrlo, si no sabe por qué, para qué y cómo afrontar el reto.


Qué hacer:

Indirectamente:
  •  Manifestarle nuestra satisfacción cada vez que haga algo bien. Sobre todo, si lo hizo voluntariamente. ¿Cómo?:
a) Con gestos de nuestra cara (una media sonrisa, una mirada de aprecio y  asentir con la cabeza, junto a un pensamiento de satisfacción por tener un hijo o alumno capaz de aquello, que se traslucirá sin duda).
b) Contar nuestra satisfacción a un tercero, con palabras dichas el niño lo oiga y parezca distraído de la conversación. Por ejemplo, dándoles nosotros la espalda al decirlo, como si no viéramos que está presente.
  • Pedirle a cualquier edad que haga cosas difíciles. Tareas que pueda hacer y que  otros a su misma edad no hacen aún. Por ejemplo, hacerse responsables de  algo, andar una larga distancia, quedarse solo ante el ordenador y emplearlo  adecuadamente, hacer la cama, poner y quitar la mesa, ceder en la comida lo mejor a su madre, fregar los platos  cuando  llega bien al fregadero  o recoger el  lavavajillas.
  • Decirle que confiamos en que actuará bien. Porque sabe cómo debe portarse y es bueno e inteligente. Que confiamos en que se portará como su conciencia le dicte, que  conseguirá ayudar y agradar a muchos, empezando por ellos mismos, nosotros y otros.
  • Aunque nos haya fallado a menudo, no transmitirle que creemos que puede fallarnos de nuevo. Y para eso, no pensarlo siquiera. Por tanto, pensar siempre que actuará bien esta vez por madurez, aunque en el pasado no lo hiciera: pensadlo primero y decirlo después de creerlo.
  • Preguntándoles a cualquier edad  –desde que hable- su opinión, aunque seamos luego nosotros los que decidamos en solitario.

Directamente:

  • Convencerle de la fórmula de Fernando Alberca: Esfuerzo + Necesidad = Capacidad. Que será capaz de lo que se proponga si encuentra la necesidad real de lograrlo y pone el esfuerzo que ese logro exige. Transmitirle que creemos que es capaz, si ve la necesidad que nosotros intuimos y pone el esfuerzo que aquello requiere.
  • Relacionar lo que le pedimos con algo que sea de su interés o gusto.
  • Presentándolo como algo difícil y valioso hasta provocar su curiosidad.
  • Plantearlo de forma que pueda provocar en él alguna pregunta sobre cómo, por qué o para qué hacer aquello.
  • Explicarle que lo que se le propone es asequible porque es un paso más de algo que ya hizo bien antes.
  • Que se lo proponemos –no pedimos- porque el concepto que tenemos de él, basado en la realidad más objetiva, nos anima a hacerlo. Pese a saber que lógicamente puede no lograrlo tras intentarlo. Lo que no cambiaría el concepto que tenemos sobre él. Un concepto que mejorará por el mero hecho de que lo intente.
  • En lo que se le propone, dejarle margen para elegir su propio modo de hacerlo.
  • Acostumbrarle a recibir consecuencias afectivas  satisfactorias,  más que materiales, cada vez que haga algo bien.
  • Recompensarle por sus éxitos y mostrar una reacción neutra ante sus fracasos.
  • Enseñarle a elegir, asumiendo al hacerlo las consecuencias de sus elecciones.
  • Asegurar, en lo que esté en nuestra mano, que carga con las consecuencias de sus acciones libres.
  • Animarle a que empiece lo que cree que será muy difícil. Porque el intento ya es valioso.
  • No pretender que haga lo que nosotros haríamos y mucho menos como lo haríamos nosotros.
  



¿Estás de acuerdo? ¿Te gustaría aportar alguna conducta que tú lleves a cabo?






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lunes, 3 de diciembre de 2012

¿Por qué tengo que estudiar? ¿Para qué me sirve aprender esto?

Algunos más y otros menos, alguna vez nos hemos sentido desganados a la hora de estudiar. ¿Para qué me sirve estudiar esto? ¿Por qué tengo que estudiar aquello?. Preguntas con difícil respuesta (la mayoría de las veces porque sus frutos y recompensas no son a corto plazo) necesitan de un empuje llamado "motivación".
 
Reconocer las tareas, fomentar la autonomía y la autoestima o enseñarles a descubrir los conceptos por sí mismos son algunos pasos para erradicar la desmotivación.
 
La falta de motivación es uno de los aspectos que se asocia con frecuencia al fracaso escolar. Un estudiante desmotivado muestra menor interés por aprender, no encuentra utilidad a los conocimientos y, en consecuencia, rechaza las vías de aprendizaje que la escuela pone a su disposición. Un alumno motivado, sin embargo, tiene más probabilidad de alcanzar las metas educativas, porque en su opinión el esfuerzo que implica adquirir las competencias escolares tiene sentido.
¿Quién es responsable de motivar a los alumnos? Los docentes y las familias tienen un papel fundamental en el fomento del interés de los niños y jóvenes hacia el estudio, pero esta disposición motivadora está relacionada con aspectos intrínsecos al estudiante, que nada tienen que ver con el contexto en el que se mueve. Los investigadores coinciden en que la motivación es una capacidad que se puede desarrollar si se aplican las estrategias adecuadas en casa y en el colegio.
 
La familia es el entorno en el que comienza la educación del niño. El hogar es el principal modelo de valores y conductas que marcarán el desarrollo cognitivo y afectivo del futuro estudiante. Los progenitores tienen la oportunidad de guiar a sus hijos hacia una actitud de motivación y prepararles para que se interesen y disfruten con el aprendizaje.

Los padres que muestran interés y entusiasmo por sus tareas trasmiten a los hijos esta actitud de forma natural
Todo debe empezar por educar con el ejemplo. Los padres que muestran interés y entusiasmo por sus tareas o su trabajo y manifiestan su curiosidad por adquirir nuevos conocimientos trasmiten a sus hijos esta actitud de forma natural. Jesús Alonso Tapia, autor de 'Motivar en la escuela, motivar en la familia', afirma que el comportamiento de los progenitores puede influir en la motivación o desmotivación de sus hijos por aprender. Del mismo modo, es importante adoptar esta disposición en el tiempo de ocio con ellos. Enseñarles a buscar la respuesta a sus preguntas, participar en sus actividades con ilusión y demostrar satisfacción cuando consiguen logros significativos son algunos aspectos que fomentan la motivación.
El ambiente en el hogar también debe incitar al esfuerzo y valorar éste por encima de los resultados. Para que el niño se sienta motivado en sus tareas, es necesario que se adecuen a sus capacidades y que la dificultad aumente a medida que adquiere nuevas competencias. Si se le obliga o incita siempre a realizar acciones para las que todavía no está capacitado, es fácil que se desmotive al comprobar que su esfuerzo no ha valido la pena. Si el niño fracasa o no consigue el objetivo propuesto, es necesario enfocar la solución hacia la superación por medio de la constancia y el trabajo y mostrar confianza en sus aptitudes.
 
En el ámbito escolar, el docente adquiere un papel primordial. Para conseguir que sus estudiantes muestren una disposición positiva hacia el aprendizaje, su actitud no se debe limitar a la transmisión de conocimientos, sino que debe poner énfasis en cómo lo hace. Para ello, cuenta con distintas estrategias para aplicar en el aula, hacer sus clases más atractivas y despertar el interés de los estudiantes por los contenidos curriculares, de modo que al finalizar se sientan satisfechos de haber aprendido algo nuevo.
"Los profesores tienen en el medio escolar la posibilidad de transmitir motivos a los alumnos para esforzarse"
José Escaño y María Gil de la Serna, autores entre otras obras de 'Cinco hilos para tirar de la motivación y el esfuerzo', afirman que los profesores "tienen en el medio escolar la posibilidad de transmitir motivos a los alumnos para esforzarse". Según estos expertos, las intervenciones más importantes que pueden realizar los docentes deben enfocarse a cinco puntos: crear un proyecto personal, despertar interés por el tema de trabajo, fomentar el sentimiento de competencia, mostrar apoyo docente y sentir el apoyo de los compañeros. Para lograr el objetivo de motivación, Escaño y Gil de la Serna proponen una serie de actuaciones en el aula:
  • Relacionar los objetivos de las explicaciones con los objetivos y proyectos de los alumnos.
  • Llevar al aula información sobre el mundo real, que trate aspectos laborales y académicos de interés para los estudiantes.
  • Comenzar las clases con preguntas, incógnitas o datos que despierten el interés por el tema.
  • Fomentar la participación de los estudiantes para que piensen en los temas que ya conocen y muestren su opinión sobre el contenido.
  • Ayudar a reconocer y superar la ansiedad y frustración, reconocer sus capacidades y adaptar las tareas a ellas.
  • Personalizar el trato con el alumno, dedicarle un tiempo exclusivo para hablar con él sobre temas académicos o extraescolares.
  • Proponer trabajos en grupo para favorecer que se ayuden entre sí y aprendan a valorar la labor conjunta de un equipo.